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Día Mundial de la Población
2006
 

Los Jóvenes en Acción

Día Mundial de la Población
11 de julio de 2006

Introducción

La adolescencia es una etapa crucial del ciclo vital, durante la cual se desencadenan procesos que impulsan a los individuos a tomar una nueva dirección en su desarrollo. Los jóvenes tienen sus propios retos derivados de los cambios biopsicosociales, característicos de esta etapa del desarrollo humano. Las personas jóvenes, particularmente las niñas y mujeres que viven en los países en desarrollo, enfrentan situaciones de pobreza, de analfabetismo, de salud sexual y reproductiva, de inserción laboral. Si bien las experiencias de los jóvenes en los países desarrollados o en desarrollo no son siempre similares, ambos grupos comparten problemas e incertidumbres sobre el futuro en un mundo de acelerados cambios desde el punto de vista político, económico y sociocultural.

Los derechos humanos juegan un papel fundamental en el desarrollo de los adolescentes y jóvenes del mundo porque reflejan el compromiso de promover su libertad, bienestar y dignidad. La comunidad mundial identifica ciertos derechos que son particularmente pertinentes para este sector de la población, como el derecho a la igualdad de género, a la educación, la salud incluida la provisión de servicios de salud sexual y reproductiva e información, así como el derecho a un trabajo digno, por mencionar sólo algunos.

Las acciones encaminadas a asegurar la vigencia de esos derechos pueden tener beneficios prácticos de enorme magnitud: aumentar los medios de acción de la población adolescente y joven, asegurar su bienestar, mejorar sus condiciones de salud sexual y reproductiva, contrarrestar la pandemia de VIH/SIDA, reducir la pobreza y mejorar sus perspectivas de progreso social y económico. Abordar esos retos es una urgente prioridad para el desarrollo de los países. En todas las regiones, existe la necesidad de entablar diálogos positivos a fin de que padres, madres, familias, comunidades y gobiernos comprendan mejor las complejas y delicadas situaciones que enfrentan las y los adolescentes y jóvenes.

La actual generación de jóvenes es la mayor registrada en la historia humana. Casi la mitad de los habitantes del mundo tienen menos de 25 años de edad (3000 millones); particularmente, las y los adolescentes y jóvenes de 10 a 24 años constituyen 1762 millones que representan alrededor del 27 por ciento de la población total. Las previsiones demográficas indican que la proporción de jóvenes en el mundo disminuirá a 16 por ciento en el 2025, aunque la cifra absoluta seguirá aumentado hasta bien entrado el siglo XXI. La mayoría de la gente joven, un 86.5 por ciento, vive en países en desarrollo, de los cuales aproximadamente un 61 por ciento se encuentra en Asia. En 2020, el número de jóvenes que vivirán en los países en desarrollo habrá aumentado a un 89 por ciento.

Por estas razones, los problemas y las aspiraciones de la gente joven deben examinarse en los programas de desarrollo de los países del mundo, puesto que constituyen un grupo de población sumamente importante. Sin embargo, no se trata de un grupo homogéneo, sus necesidades y experiencias son distintas según la edad, el género, la raza, la clase social, el tamaño de la familia, el acceso a la educación, la condición de migrante y de refugiado, así como el nivel de desarrollo de los países donde viven. Estos factores contribuyen a identificar cuan susceptibles son al riesgo social y definen su vulnerabilidad. Las políticas y los programas en materia de juventud necesitan incorporar objetivos muy claros para impulsar su devenir histórico y en consecuencia el de sus países.

Los jóvenes requieren inversiones que garanticen la estabilidad en materia económica, social y política y provean el futuro progreso de las naciones; constituyen un grupo particularmente relevante para alcanzar los Objetivos del Desarrollo del Milenio y proveer los conocimientos y aptitudes para concretar sus trayectorias de vida. Este segmento de la población tiene necesidades específicas de educación, salud, empleo, vivienda y la capacidad para satisfacerlas también afectará a la próxima ola de jóvenes (1200 millones) que llegarán a la adolescencia en el 2015.

Pobreza

La pobreza agrava los retos y los riesgos de la adolescencia; obliga a muchos padres y madres a enviar a sus hijos a trabajar, a menudo en condiciones riesgosas. La pobreza está ligada a una falta de acceso a los recursos, incluidos la tierra, las calificaciones, los conocimientos, el capital y las conexiones sociales. Sin estos recursos, la gente cuenta con un acceso muy limitado a las instituciones, mercados, empleo y servicios públicos. En el año 2000 se estimaba que en todo el mundo, el número de jóvenes que sobrevivían con menos de un dólar diario era de 238 millones, mientras que 462 millones vivían con menos de 2 dólares diarios. Asia meridional es la región donde hay mayor concentración de jóvenes que viven en extrema pobreza (106 millones), seguida por África al Sur del Sahara (60 millones), la región de Asia oriental y el Pacífico (51 millones) y América Latina y el Caribe (15 millones).

 

Educación

Según la UNESCO, alrededor de 96 millones de mujeres jóvenes y 57 millones de hombres jóvenes –la mayoría en países en desarrollo–, son analfabetos. A pesar del progreso hacia la educación primaria universal que se ha experimentado en muchas regiones, el acceso todavía está limitado en algunos países. Los índices más elevados de analfabetismo se registran en África del norte, África sub-sahariana y la región central de Asia del sur, con una diferencia de género sustancial: es mucho más probable que las mujeres sean analfabetas que los hombres. La diferencia más importante se registra en África del norte, donde el doble de mujeres son analfabetas con respecto a los hombres (un 40 por ciento de mujeres frente a un 20 por ciento de hombres). Los índices de analfabetismo son insignificantes en las regiones desarrolladas, donde la educación primaria es universal y obligatoria. La reducción del analfabetismo y la mejora de la cobertura y de la calidad de la educación básica son instrumentos potencialmente poderosos para reducir la desigualdad en términos de cantidad y distribución de los ingresos y para aumentar la productividad y los ahorros de los pobres. Asimismo, ofrecen una ruta de acceso a la formación, a mejores puestos de trabajo e ingresos, así como a mejores condiciones de salud y alimentación.

A su nivel máximo, las escuelas tienen la capacidad de aumentar el éxito en todas las transiciones a la edad adulta a través de la adquisición de alfabetismo y la transmisión de conocimientos y los medios para sustentar la salud, los valores sociales y la ciudadanía, el conocimiento y las habilidades, la toma de decisiones, la negociación, y las habilidades de liderazgo y para aprender durante toda la vida. La rapidez del cambio global y los patrones cambiantes de empleo requieren que los que hacen las políticas den una atención igual a las inversiones en calidad de escuelas para asegurar resultados de aprendizaje adecuados a nivel primaria, así como para crear una base más fuerte para expansiones futuras en la inscripción al nivel secundaria.

Empleo

En los últimos años, el creciente desempleo mundial ha afectado especialmente a los jóvenes. El número de jóvenes desempleados aumentó de forma constante entre 1993 y 2003, hasta alcanzar el máximo actual (aunque el aumento continúa) de 88 millones de jóvenes sin empleo. Esto sitúa la parte de los jóvenes en el total del desempleo en el 47 por ciento, cifra especialmente preocupante dado que los jóvenes representan sólo el 25 por ciento de la población en edad de trabajar.

La desventaja relativa de los jóvenes en el mercado de trabajo es más pronunciada en las economías en desarrollo, donde representan una proporción sorprendentemente más elevada de la población activa que en las economías industrializadas (21,8 por ciento frente al 14,0 por ciento, respectivamente, en 2003). La probabilidad de no tener trabajo es 3.8 veces mayor para los jóvenes de los países en desarrollo que para los trabajadores adultos. En las economías industrializadas, los jóvenes tienen 2,3 veces más probabilidades de estar desempleados. Además, en los países industrializados y en las regiones en desarrollo no sólo están más expuestos a aumentar las filas de los desempleados, sino que también es más probable que tengan horarios de trabajo más prolongados, contratos informales y/o de corta duración, baja remuneración y poca o nula protección social. Ello es consecuencia, sobre todo, de las dificultades asociadas con la transición inicial del campo académico al trabajo, la relativa inexperiencia de quienes buscan empleo y los frecuentes cambios de empleo de los jóvenes que tratan de encontrar un trabajo. Las mujeres jóvenes suelen hacer frente a índices más elevados de desempleo que los hombres o registran índices de participación más bajos. En muchos países, las jóvenes sobresalen con respecto a los varones en la escuela, pero eso no se traduce necesariamente en un mayor éxito en el mercado del trabajo.

Las estrategias encaminadas a favorecer el empleo de los jóvenes redundan en beneficio de todos. Invertir en los jóvenes es invertir en la sociedad. El trabajo para los jóvenes tiene un efecto multiplicador en toda la economía, al impulsar la demanda de bienes de consumo y acrecentar los ingresos fiscales. La demanda de servicios sociales disminuye significativamente cuando los jóvenes tienen trabajo porque pasan su tiempo de manera productiva, positiva para su autoestima y saludable. El inicio satisfactorio de la carrera profesional lleva aparejadas perspectivas de carrera a largo plazo. Permite a los jóvenes pasar de la dependencia social a la autosuficiencia, y los ayuda a escapar de la pobreza y a contribuir activamente con la sociedad.

Salud sexual y reproductiva

Los adolescentes, tanto mujeres como varones, que tienen actividad sexual, suelen comenzar con escasos conocimientos sobre la sexualidad y la salud reproductiva. La tendencia identifica que los jóvenes varones comienzan a tener relaciones sexuales al menos dos o tres años antes que las jóvenes; en algunas partes del mundo, esto ocurre en el marco de ritos de iniciación sexual o con una trabajadora del sexo. Para el caso de América Latina, se puede observar que la proporción de varones adolescentes que han tenido relaciones sexuales se duplica con respecto al comportamiento de las adolescentes de 15 a 19 años. En la mayoría de las experiencias sexuales sigue siendo poco frecuente el uso de anticonceptivos. Las mujeres jóvenes siguen informando acerca de menores tasas de uso que sus contrapartes varones, lo cual da pruebas del desequilibrio de poder en la negociación del uso de métodos anticonceptivos con sus compañeros o de las restricciones en el acceso a los servicios, debido a falta de información, a sentimientos de vergüenza, a las actitudes de los proveedores de servicios de salud y a las prácticas o costumbres sociales.

Embarazo adolescente

En todo el mundo, una de las principales causas de defunción de las jóvenes de entre 15 y 19 años de edad la constituyen las complicaciones del parto y del aborto realizado en malas condiciones. Por razones tanto fisiológicas como sociales, en este grupo de edades las mujeres tienen probabilidades de perder la vida en el parto dos veces superiores a las de las mujeres mayores de 20 años. Las niñas menores de 15 años tienen probabilidades de morir cinco veces superiores a las de las mujeres de más de 20 años.

De la cantidad de abortos realizados en malas condiciones, cada año mueren alrededor de 78,000 mujeres de 15 a 19 años. Es desproporcionado el número de adolescentes que recurren a abortos realizados en malas condiciones, debido a la limitada disponibilidad y el alto costo de los procedimientos médicos de alta calidad para practicar abortos y debido a que entre ellas el número de embarazos no deseados es mayor que entre las mujeres de más edad.

Uso de métodos anticonceptivos y demanda insatisfecha de planificación familiar

A medida que las jóvenes parejas van estableciendo relaciones a largo plazo, son mayores las probabilidades de que utilicen anticonceptivos. Sin embargo, las brechas entre países son enormes, como lo es el caso de Venezuela y México, con casi 60 por ciento, respecto de Guatemala que apenas alcanza una cobertura de uso de 12 por ciento. Estos resultados también evidencian enormes disparidades en la demanda insatisfecha de métodos anticonceptivos, cómo lo es el caso de Haití, que tiene una demanda insatisfecha de casi 62 por ciento. Llama también la atención la poca demanda insatisfecha declarada en el caso de Guatemala y el muy bajo uso de anticonceptivos entre las mujeres adolescentes unidas.

Los resultados de las encuestas más recientes realizadas en América Latina evidencian que cada vez más, las jóvenes están iniciando relaciones sexuales más tempranamente y, el período entre el matrimonio y el primer hijo, es muy reducido. En el caso de Nicaragua o Guatemala el tiempo entre la primera relación sexual y el primer matrimonio es extremadamente corto (tres y siete meses, respectivamente), mientras que poco después del primer año de casados, las jóvenes están teniendo su primer hijo, mientras que en países como Brasil y México, este período es más amplio.

 

Fístula obstétrica

La fístula obstétrica constituye una devastadora causa de morbilidad materna, es una de las cuestiones más descuidadas en materia de salud reproductiva en el plano internacional. Las mujeres que padecen de fístula no pueden permanecer limpias. El hedor de la orina o de la materia fecal es constante y humillante. Las consecuencias sociales son igualmente trágicas: muchas niñas y muchas mujeres que padecen de fístula son objeto de ostracismo en la sociedad, son abandonadas por sus esposos y culpadas por su estado. La fístula es más que un problema de salud de la mujer. Suele afectar a los miembros más marginados de la sociedad: niñas y jóvenes pobres y analfabetas que viven en zonas remotas. La fístula afecta a más de dos millones de niñas y mujeres en todo el mundo y principalmente en países de África al Sur del Sahara y del Asia meridional y en algunos Estados árabes.

Mutilación genital femenina

La mutilación genital femenina amenaza la salud sexual y reproductiva de millones de niñas en África al Sur del Sahara y el Oriente Medio. Las actitudes masculinas, en particular con respecto al control de la sexualidad femenina reforzada por la interpretación religiosa, son un importante factor de perpetuación del corte genital femenino. En todo el mundo, hay unos 130 millones de niñas y jóvenes mujeres que han sido objeto de corte genital. El corte genital femenino se practica en unos 28 países y las tasas de prevalencia oscilan desde el 5% en la República Democrática del Congo hasta el 98% en Somalia, la península árabe y la región del Golfo. La mayor parte de esos procedimientos son practicados por personal no médico –inclusive comadronas tradicionales, parteras y “ancianas”– utilizando navajas o cordeles no esterilizados, lo cual acrecienta las posibilidades de infección.

Las políticas y programas en el ámbito de la salud sexual y reproductiva, deben dar prioridad a incrementar la disposición de información de salud en general y educación sobre sexualidad, incluyendo habilidades de negociación, dentro y fuera de la escuela para todos los jóvenes. Los programas requerirán enfoques multi-sectoriales que sean culturalmente adecuados, basados en la comunidad y sensibles a las necesidades y preferencias de los jóvenes, incluyendo la colaboración activa entre los sectores de salud y educación. De hecho, algunas de las intervenciones más importantes de salud reproductiva para jóvenes pueden ubicarse fuera del sector salud. Por ejemplo, la participación de la escuela y los logros parecen tener asociaciones importantes y principalmente positivas con la salud de los jóvenes; por lo tanto, los recursos gastados en la expansión de oportunidades para educación secundaria pueden tener un impacto directo en la salud reproductiva de hombres y mujeres jóvenes.

Los jóvenes y el VIH-SIDA

 Los jóvenes entre 15 y 24 años son a la vez los más amenazados –mundialmente representan la mitad de los nuevos casos de VIH– y la mayor esperanza para darle la vuelta a la epidemia de SIDA. Los pocos países que han logrado disminuir la prevalencia nacional del VIH lo han hecho sobre todo inculcando comportamientos más seguros entre los jóvenes. Los jóvenes están expuestos al VIH de varias formas. En África subsahariana, que presenta una alta prevalencia, la forma principal de transmisión es el coito heterosexual. Esta región contiene casi tres cuartas partes de todos los jóvenes que viven con el VIH: aproximadamente 6,2 millones de personas, el 75% de ellas mujeres (ONUSIDA, 2003). En Europa oriental y Asia central, la prevalencia del VIH entre los jóvenes está aumentando rápidamente debido al consumo de drogas intravenosas con equipo de inyección contaminado y, en menor extensión, a las relaciones sexuales peligrosas.

Una variedad de factores sitúa a los jóvenes en el centro de la vulnerabilidad al VIH. Entre ellos figuran la falta de información, educación y servicios sobre el VIH, los riesgos que muchos tienen que correr para poder sobrevivir, y los riesgos que acompañan a la experimentación y la curiosidad de los adolescentes.

La mayoría de los jóvenes inicia la actividad sexual en la adolescencia, y muchos antes de los 15 años de edad. Los estudios demuestran que los adolescentes que empiezan la actividad sexual precozmente es más probable que tengan relaciones sexuales con un mayor número de parejas y con parejas que han estado expuestas al riesgo de contraer el SIDA. No es probable que utilicen preservativos.

Cuando la forma principal de transmisión del VIH es la heterosexual, las muchachas son las más afectadas. La proporción de mujeres que viven con el VIH que tienen más de 15 años es 1,7 veces mayor en África Subsahariana que en otras regiones (Oficina de Referencias Demográficas, 2003). En Trinidad Tobago, el número de mujeres entre 15 y 19 años que viven con el VIH es cinco veces más elevado que entre los varones adolescentes.

La mayor vulnerabilidad biológica de las muchachas y mujeres a la infección por el VIH explica en parte el creciente número de mujeres infectadas por el VIH. No obstante, los desequilibrios de poder en función del sexo, la naturaleza de las prácticas sexuales y las diferencias de edades de las parejas sexuales son factores importantes que inclinan la balanza aún más contra ellas.

El conocimiento y la información son las primeras líneas de defensa para los jóvenes. Sin embargo, los datos de 20 países con alta prevalencia revelen que, a pesar de que la mayoría de los jóvenes ha oído hablar del VIH y el SIDA, la mayor parte es incapaz de reconocer tres ideas erróneas y muy básicas acerca del VIH o de identificar al menos dos métodos de prevención. El acceso a información sobre el SIDA por sí mismo no es garantía de cambio de comportamiento, pero la educación tiene un cierto impacto. Un análisis de 250 programas norteamericanos descubrió que, entre los jóvenes sexualmente activos, los programas de educación del SIDA eran eficaces para disminuir el número de parejas sexuales y aumentar el uso del condón.

Aprovechar las energías, el potencial y las aptitudes de las y los jóvenes representa una oportunidad invaluable para propiciar la creación de promotores de la igualdad entre hombres y mujeres y del desarrollo socioeconómico. Las repercusiones socioeconómicas de no efectuar inversiones en las personas jóvenes son de gran magnitud. Las políticas que elaboren al respecto los países y la comunidad internacional beneficiarán no sólo a esta generación, sino a la siguiente ola de niños que entrarán en la adolescencia en 2015.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

UN, 2005. World population prospects: The 2004 Revision.

UNFPA, 2005. State of World Population 2005. The Promise of Equality: Gender Equity,

Reproductive Health and the Millennium Development Goals.

UNFPA, 2003. State of World Population 2003. Making 1 Billion Count: Investing in

Adolescents’ Health and Rights.

OIT, 2004. Tendencias mundiales del empleo juvenil.

ONUSIDA, 2004. Informe sobre la epidemia mundial del SIDA.


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